
Trabajo Doméstico y Pensiones.
Por: Mona A.
La inserción al mercado laboral de las
mujeres ha sido sin duda uno de los mayores avances del feminismo en el pasado
siglo XX. Es gracias a esto que la mujer ha podido correr un poco más el cerco hacia
la igualdad de género, sin embargo, esta inserción al mundo laboral ha tenido
por décadas una doble cara, en donde, si bien las mujeres han podido ejercer una
mayor libertad económica al contar con sus propios ingresos, dentro del mundo
privado las cosas no cambiaron tanto. Históricamente se le ha relegado a las
mujeres dentro de sus familias a las labores domésticas y de cuidados, aún
cuando pasan largas jornadas en sus trabajos remunerados.
Las mujeres destinan el 70% del tiempo que debiese ser compartido en la corresponsabilidad de trabajo doméstico entre las parejas. Por tanto, la progresiva inserción laboral de las mujeres ha abierto más brechas en la desigualdad de género de las que debiese haber cerrado. Lo anterior repercute en el desarrollo laboral de las mismas, contando, además que aún en el 2020 las remuneraciones de las mujeres siguen siendo más bajas que las de los hombres. Citando a los prisioneros "La mitad del sueldo y doble labor".
La pandemia mundial y crisis sanitaria en nuestro país ha evidenciado (como en muchos otros aspectos) esta gran desigualdad que existe en la labor doméstica y de cuidados. Antes de la crisis sanitaria, las mujeres ya destinaban en promedio 4 horas de su día en las labores domésticas y de cuidado. Esta cifra se ha acrecentado con la llegada de la pandemia a nuestro país y a la suspensión de las clases de los niños. Las mujeres no solamente deben rendir a través del teletrabajo, sino que, también realizar las labores domésticas y ayudar a los niños y niñas con sus deberes académicos en el caso de que estos lo requieran.
El trabajo doméstico, con todo lo que ello implica, no solamente sostiene al núcleo familiar, sino que sostiene el desarrollo de la sociedad como la conocemos, es gracias a esto que los hombres se pueden desarrollar plenamente en el ámbito laboral remunerado, que los niños y niñas puedan desarrollar sus labores académicas o que las personas en situación de discapacidad, ancianos o con movilidad reducida pueden ser cuidados.
Aun cuando el trabajo doméstico, es fundamental para el desarrollo de la vida como la conocemos, este trabajo no solamente es no remunerado, sino que también es profundamente precarizado e invisibilizado en nuestra sociedad. En este sentido, no solo urge un cambio de paradigma, en donde el trabajo de las mujeres, tanto remunerado como no remunerado sea valorizado, sino que también, tanto hombres como mujeres sean responsables de la vida que llevan en el ámbito privado, por igual.
Además, urge una reforma, o más bien, un nuevo sistema de pensiones en donde se ponga de manifiesto el derecho que tienen miles de mujeres de nuestro país a que el trabajo que realizan a diario sea reconocido y valorizado como un trabajo digno de merecer una pensión.