
Derecho a la Salud.
Por Vivian Aránguiz
Cuando escuché por primera vez del Coronavirus, no comprendí la dimensión de una pandemia, "somos muchos y tiene una tasa de mortalidad baja" pensé, bueno, después llegó a España e Italia y me asusté, realmente me asusté, temí por la vida de los más queridos.
Cuando por fin llegó, obviamente no lo esperé muy contenta, en mi mediana experiencia en salud, siempre pensé que mi carrera en situaciones críticas ayudaría y serviría tanto en tiempos de paz como de guerra, pero, creo que nunca dimensioné, el miedo que sentíamos nosotros los funcionarios de la salud.
Comprendí como un sistema individualista, como el que tenemos, es incapaz de hacer que sobrevivamos. Desde tiempos inmemoriales el éxito de la supervivencia del hombre depende de nuestra capacidad de vivir en sociedad y de cómo esta nos protege del medio hostil que nos rodea y por supuesto el COVID 19 no es la excepción a la regla.
En medio de la crisis, mientras rezamos para no contagiarnos con las señales equívocas del Gobierno y convenciendo a mi anciana madre que esto era grave y que no debía salir, ocurrió algo que no pensé que pasaría. Una tía, muy querida, se enfermó. En su precaria vejez, sólo se podía pensar en un hospital público dependiendo así de un sistema de salud colapsado en su peor momento de pandemia ¿había otra opción? Si. Pagar una clínica privada, pero la gran pregunta ¿podíamos hacerlo? NO se podía, ¿con que plata?
Nuestra Constitución dice que la salud es un derecho pero te hace "escoger" entre público y privado, pero sabemos que no se puede "escoger o elegir" cuando los recursos son limitados. ¿Cómo escoges entre la vida y la muerte de un hermano en una sala de espera? Bueno, esa decisión no me tocó a mí, sino a mis tíos y a mi mamá y vi que con mucha tristeza que se escogió la muerte tranquila en el hogar, en un sistema que colapsó, que no le dio otra opción, que era mejor morir en la casa que en una ambulancia fría y sola cuando no se tienen los recursos necesarios para poder elegir.
Entonces, la Constitución realmente NO te asegura la opción de elegir. Porque no se puede elegir entre la vida y muerte de un ser querido, siempre vas a querer lo mejor, aun cuando no lo puedas pagar.
Pero el problema no es que lo público sea peor que lo privado, los médicos, enfermeras, tecnólogos, y técnicos son los mismos en ambos lados, las tecnologías usadas son iguales. Lo que hace la diferencia es la inversión de infraestructura y la cantidad de población que atiende cada uno, siendo la gran diferencia la oportunidad que tienes de ser atendido aun cuando el sistema privado no te asegura atención inmediata, es decir ni siquiera te lo puede asegurar.
¿Por qué esa diferencia? Bueno, porque nuestras cotizaciones no se reparten igual en ambos sistemas, cuando eres joven pones todo tu dinero en la Isapre y cuando eres viejo no tienes dinero y dependes de lo público, justo cuando tienes más posibilidades de enfermar.
Lo que deberíamos aspirar a ser es un sistema único de calidad para todos los chilenos sin importar su origen o su condición socio-económica, quizás un sistema mixto, nos podría ayudar.