
NO VOLVER A AGACHAR LA CABEZA
Por María Jesús López
O.
A lo largo de mi no tan extensa vida he visto las dos caras de la moneda. He ido a colegios municipales y particulares. Me he atendido en clínicas y hospitales. He tenido grandes oportunidades como también grandes obstáculos. He sido, en muchas ocasiones, privilegiada. Sin embargo, y a pesar de que siempre me ha inquietado la desigualdad que nos rodea, no fue hasta que tuve a mis hijos que sentí por primera vez la impotencia de vivir en un país donde el trato con dignidad está limitado para quienes pueden pagar por ello.
Tras muchas consultas en la que nadie nos creía y cansada de no recibir absolutamente ninguna ayuda más que "paracetamol", tuvimos que juntar el dinero y llevarlo de manera particular a una clínica, hacer los exámenes que nos pedían y sólo recién después de que el de hemorragias ocultas saliera positivo nos brindaron ayuda, eso fue más de un año después de estar peleando para que nos creyeran. No era primera vez que pasaba por una situación así, pero como dije, asumía.En Chile el sueldo mínimo es de $320.500 bruto, eso quiere decir que a muchos bolsillos llegan aproximadamente $265.000. Únicamente en las leches nosotros gastábamos $200.000 mensuales, y a pesar de que su papá trabajaba todo el día recibía sólo un poco más del mínimo. Yo me encontraba cesante en ese tiempo y aunque busqué trabajo en miles de partes siempre me cerraban la puerta. No es legal, pero en muy pocas empresas contratan a una mujer con hijos menores de 2 años. Entré en una depresión por todo lo que estaba ocurriendo, por todo lo que esto nos había traído, pero ¿Para qué vamos a hablar de la salud mental en Chile? es otra de las muchas veces que tuve que agachar la cabeza. La psicóloga que me atendió en ese tiempo me dijo "Acá no te vamos a poder ayudar nunca, tienes que buscar ayuda particular". Ella fue honesta, sin embargo todo nuevamente nos indicaba que para tener salud había que tener lucas.
He chocado en muchas oportunidades con un sistema que no te deja espacio para vivir tranquila, pero como dije en un principio, me considero aún así una privilegiada. No dejo de preguntarme ¿Qué pasa con los que no tienen una familia que los respalde? A nosotros nos ayudaron, en ningún momento estuvimos solos y nos costó pero nuestro hijo hoy en día está casi libre de síntomas. ¿Qué pasa con quienes no pueden en ningún momento optar a un médico particular?, ¿Qué pasa con las enfermedades más graves, las que requieren tratamientos muchísimo más caros?, ¿Qué pasa con la gente que muere esperando que la llamen, que la lista de espera corra?, ¿Qué pasa con quienes no tienen un año para esperar que alguien reaccione? Me niego a tener que volver a agachar la cabeza, a tener que volver a decir "así es el sistema". El día 25 tenemos la oportunidad de cambiar esto. Chile ya cambió, lo hizo hace un año, nada jamás será igual, pero es el día del plebiscito en que necesitamos jugar todas nuestras cartas para que todos podamos optar a una salud de calidad.